Demóstenes.


 Desde niño, Demóstenes soñaba con ser un gran orador.

Un sueño casi imposible, ya que no tenía buena voz, era tímido y, lo peor, era tartamudo.
Siempre asistía a los discursos de los grandes filósofos, incluyendo al gran Platón.
Era tal su deseo y pasión por la oratoria que preparó con entusiasmo su primer discurso.
La presentación fue un desastre total. Inmediatamente fue interrumpido con gritos de protesta.
- ¡Habla más alto!
- ¿Para que nos repites lo mismo?
- ¡Pon aire en tus pulmones! No puedes ni apagar una vela.
Ante las burlas, humillaciones, agresiones y carcajadas, Demóstenes se retiró sin tener oportunidad de terminar su discurso.
Cualquier persona se hubiera frustrado y hubiera renunciado a su sueño.
Sin embargo, Demóstenes sabía que la voluntad, tenacidad, paciencia y disciplina aseguran el éxito.
En primer lugar, se afeitó la cabeza para no salir a la calle, en esa época esto era mal visto.
Practicaba todo el día hasta el amanecer.
Corría diariamente hasta la playa para gritar a todo pulmón y así fortalecer su voz y respiración.
Practicaba una y otra vez sus discursos con la boca llena de piedrecillas y mordía un cuchillo al mismo tiempo
para mejorar su pronunciación.
Pasaba horas frente al espejo practicando su lenguaje corporal.
Pasaron meses y reapareció ante la asamblea. En esta ocasión, el público lo ovacionó de pie por largo tiempo.
Posteriormente, fue elegido como embajador de la ciudad.
Demóstenes llegó a ser el orador más grande de la antigüedad y está considerado el Padre de la Oratoria.
¡No te asustes! Hoy en día ni tienes que llenarte la boca de piedras, morder un cuchillo, ni nada de eso.
Actualmente, existen ya técnicas fáciles y efectivas para optimizar tu voz, tu lenguaje corporal, tu mensaje y tus emociones.
Pierde el miedo y disfruta del inmenso placer de comunicarte de forma segura y poderosa.

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